En una familia
religiosa, dentro de una ciudad religiosa, esperaban con ansias el nacimiento
de un nuevo integrante, quien fortalecería los lazos familiares y a la propia comunidad.
Felizmente nació un niño a quien le brindaron todas las atenciones y cuidados
que los niños necesitan.
El
niño creció y pronto mostró su curiosidad
por conocer todo lo que le rodeaba al mismo tiempo que recibía la educación
religiosa que sus orgullosos y benevolentes padres consideraban necesaria para
su futura formación e integración a la sociedad como adulto.
Su INTELIGENCIA
precoz lo llevaba a investigar objetos y juguetes más complicados, pero
mostraba cierta desconfianza y recelo de la parafernalia religiosa, por ejemplo
le parecía extraño que los sacerdotes se vistieran como las mujeres, con un
vestido negro y largo hasta los pies, tampoco le encontraba mucho sentido el
arrodillarse en una iglesia y murmurar frases que no entendía. Escuchaba con
demasiada frecuencia una palabra que parecía muy importante para todos, menos
para él, porque como niño que era, no podía entender qué significaba esa tan
mencionada palabra que era DIOS. ─Es
solo un niño─ decían sus padres.
Aprendió a leer y
escribir como todos los niños, pero en la adolescencia empezó a comprender
cosas que antes no podía, empezó a entender conceptos abstractos como las
matemáticas, las cuales son solo una herramienta para abstraer y entender un
mundo complejo, que el lenguaje es impreciso y lleno de malos entendidos, etc.
Sus padres empezaron a
preocuparse por la actitud de su hijo, pero consideraban que su renuencia a ir
a la iglesia y rezar, era propia de todos los adolescentes que se mostraban un
tanto rebeldes ante la autoridad paternal y religiosa.
Poco a poco el
adolescente empezó a investigar con profundidad eso a lo que llamaban dios, ese
dios que debía ser algo muy importante puesto que todos en la comunidad lo
veneraban y repetían su nombre constantemente en cada conversación que
escuchaba. Con su acostumbrada curiosidad
indagó y encontró otra palabra que le llamo la atención, esa palabra era ateo,
buscó su significado y encontró que era una persona sin-dios, lo cual era
totalmente contrario a las personas de su familia y la comunidad que sí tenían
dios. Un escalofrío recorrió fulgurante por su imberbe cuerpo y quedó
sorprendido al DESCUBRIR que esa persona sin-dios era él mismo y que no había
otra persona conocida que fuera también ateo como él para que le pudiera
ayudar, por lo que debía continuar sólo en la búsqueda por saber qué era eso a
lo que llamaban dios y por qué él y solo él era un sin-dios, qué era lo que él
tenía que le impedía tener dios a pesar de vivir en una familia y comunidad
religiosa.
Empezó a observar en
los ojos de las personas un cierto temor a lo desconocido y lo inexplicable,
por ejemplo a la muerte, los accidentes las enfermedades, los desastres
naturales, etc. y veía que las gentes se arrodillaban y suplicaban con
oraciones que dios los protegiera de esas calamidades y después de eso
observaba que se sentían más tranquilos. Al analizarse honestamente a sí mismo
se dio cuenta que él también sentía temor a lo desconocido y lo inexplicable,
sin embargo, no suplicaba a dios alguno que lo protegiera y se preguntaba ¿Por
qué a pesar de sentir temor, no puedo pedir a dios alguno que me proteja?
Usando su inteligencia para hacer razonamientos
verdaderos llegó a la conclusión de que el temor que hacía que sus familiares y
amigos necesitaran de un dios era precisamente su falta de VALOR para superar
ese temor y así afrontar las vicisitudes de la vida, sin embargo, a pesar de
que él mismo también sentía temor, su valor era más que suficiente para
prescindir de dios alguno. También encontró que eso a lo que llamaban dios no
era otra cosa más que un pensamiento, que dios era producido por ese
sentimiento o actividad psíquica de temor.
Finalmente reconoció
que socialmente es inaceptable que una persona no tenga valor y se le señala y
degrada con diatribas y adjetivos ofensivos como cobarde, afeminado, collón,
gallina, etc. y en consecuencia rechazará su carencia de valor y que su dios no
es un pensamiento o actividad psíquica, sino que es algo extra-mental.
Desde entonces el ateo comprende,
acepta y respeta a las personas que necesitan de un dios en su vida, considera
que es inevitable la protección divina que esas personas necesitan y que además
son sus familiares y amigos.
Saludos cordiales.
MORALEJA: El que nace
para ateo ni aunque dios lo tiente lo hace teodependiente. El que nace para
teodependiente, cualquier dios será suficiente.
Nota: El caso contrario, es decir un teodependiente
surgido de una familia atea, lo pueden consultar en el trágico y dramático caso
de “La Mujer Más Odiada en USA” en donde Madelyn Murray O’Hair, fundadora de http://www.atheists.org/ y atea militante, su hijo Bill Murray es pastor de una iglesia bautista.
3 comments:
Quieres decir que uno nace siendo creyente o nace siendo ateo, ya que según ud no importa si tú familia es atea o creyente. Estonces ¿Porqué en América latina a diferencia tiene más personas creyentes a diferencia de Europa ? ¿La religión no será parte de la cultura de un pieblo ?
Su blog me parece interesante. Estaré a la espera de otra entrada.
¿Que tal Gemma? Al pie de página, Juan indica otra entrada en donde expone referente a los teodependientes nacidos en hogares ateos, seguro al leerlo respondes tu pregunta.
Saludos cordiales.
Hola quiero conocer al creador de este blog y ponerme en contacto con este.!
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