La ansiedad existencial es una inquietud producida por las intemporales preguntas ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Las cuales nos impulsan a encontrar respuestas precisas y concretas a esas preguntas fundamentales, pero no importa cuanto tiempo y esfuerzo le dediquemos a esa tarea, al final y muy a pesar de la ciencia, tendremos que aceptar humildemente que: No hay respuestas, solo alternativas.
Para los creyentes su alternativa es la idea de algún dios, deidad, divinidad o trascendente, cualquiera que sea esa idea para ellos. Para los ateos su alternativa es ellos mismos, es decir sin dios y todas las consecuencias que ello conlleva. Para los agnósticos su alternativa es la permanente duda que oscilará entre la idea de dios de los creyentes y el sí mismo de los ateos.
De estas tres alternativas se han derivado toda una serie de filosofías, corrientes, teologías y religiones que han oscurecido y distorsionado el origen o el fondo del asunto, esto es el propio ser humano con sus debilidades y fortalezas.
En esta confusión de pensamientos, los creyentes han creado más de diez mil religiones y otros tantos dioses y cada religión sostiene a los cuatro vientos que el dios de ellos es el único y verdadero. Así mismo, algunas otras personas que se hacen llamar ateas, argumentan ingenuamente que son ateas porque no creen en dios o porque afirman que dios no existe y tratan de justificar su falsa postura cayendo inevitablemente en contradicciones, ya que su postura está fundamentada sobre los escurridizos e innumerables dioses de los creyentes. Finalmente los agnósticos, aprovechando esta confusión se debaten en la duda de ser creyentes o ateos sin ser ninguno de los dos.
En el fondo de esta confusión está lo básico, el ser humano, con su conciencia de sí mismo, de su muerte y las vicisitudes de la vida y que solo sus capacidades intelectuales le permitirán darse cuenta de que: No hay respuestas, solo alternativas.
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