Martín Heidegger filósofo alemán afirma que somos arrojados al mundo.
Muy pronto cuando empezamos a decir ¿qué es esto? nos damos cuenta que ese mundo al que fuimos arrojados es un mundo problemático en donde la existencia busca sentido.
Pero esa existencia recorre caminos específicos para cada una de las Filiaciones Intelectuales, es decir para el ateo, el creyente y el agnóstico.
El ATEO: Recorre un camino claro y definido por él mismo, con paso firme en la soledad de su ser.
El ser libre es su condición permanente y su ética natural es su guía mundana, de tal modo que el único hogar posible en donde puede vivir es en esta tierra y la cuida como su propia casa, además de su solidaridad humana.
Apunta siempre hacia el cielo como señal de quién es su guía y protector.
En su pecho trae siempre pegada una etiqueta que indica a qué tipo de creencias pertenece.
Algunas llaves lo conducen hacia el camino de los ateos y otras hacia el camino de los creyentes, pero no se da cuenta que su camino está en medio del de ellos y por eso, en ningún caso se siente a gusto, incluso ni en su propio camino, porque su camino es el dubitativo.
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