Es perfectamente entendible e incluso es aceptable que en la mayoría de los casos se alienta a los niños a creer en Santa Claus o los Reyes Magos para que le
escriban su cartita de regalos…
Es
perfectamente entendible e incluso aceptable que un niño tenga amigos
imaginarios y se comunique con ellos, haciéndolos partícipes de sus juegos infantiles…
Es
perfectamente entendible e incluso aceptable que un niño pueda sentir un
terrible miedo a ser abandonado y se aferre y refugie en la seguridad y
protección de los padres…
Es
perfectamente entendible e incluso aceptable que un niño adopte un fetiche como
una frazadita o un juguete, el cual lo trae consigo día y noche y no lo suelta
ni para lavarlo…
Sin embargo cuando un adulto siente miedo ante
lo desconocido, lo impredecible y lo inexplicable y necesite creer en algún
amigo imaginario (divinidad, deidad o trascendencia) por quien se hinca y le
reza pidiendo su protección, vistiendo permanentemente algunos colgantes
religiosos como cruces, medallas, amuletos, llaveros, etc. entonces algunas personas
consideran que eso está prohibido y que por el simple hecho de ser adulto no
debe sentir miedo alguno, ni acudir a un amigo imaginario para sentir seguridad.
En realidad, tan perfectamente normal es el
comportamiento del niño como el del adulto creyente en relación a la necesidad de los
amigos imaginarios, ellos son parte de la psicología del creyente y le brindan
la estabilidad emocional necesaria para vivir su vida normalmente. El problema en
realidad es de tipo social y es la sociedad la que considera que el adulto no
debe tener temor y mucho menos venerar a un ser imaginario para que le dé
protección y seguridad.
Seguramente
este estereotipo social tiene su origen en la época en que los seres humanos
estaban en permanentes luchas a muerte con las sociedades vecinas y se requería
de hombres que pelearan y ofrecieran su vida a cambio de salvaguardar la sociedad
en general e instituyendo la consigna falaz de que los verdaderos hombres solo eran
aquellos que no tenían miedo y los que sentían miedo eran unos cobardes. De esta
manera el adulto que necesita de algún dios, divinidad o trascendente se le
reprime para ocultar la vergüenza de necesitar un amigo imaginario y le
inventan cualquier cantidad de explicaciones y recurran a las falacias ad hoc y
de cosificación para que su creencia y sus amigos imaginarios parezcan algo
tangible, palpable, REAL y no lo recriminen como infantil por comportarse como
los niños con amigos imaginarios.
Saludos
cordiales.
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