El componente REAL está constituido por la apariencia física del objeto, como su forma el color, la textura, los materiales etc. y el componente IMAGINARIO está constituido y determinado por nuestra percepción del objeto, es decir por la estimulación de los órganos sensorios y el procesamiento o interpretación que el cerebro hace de las señales sensorias.
Afortunadamente ningún objeto es aprehendido en su totalidad por un ser humano, el cerebro se volvería loco si pretendiese identificar todos los detalles de un objeto, por tal razón solo se percibe lo que queremos y podemos “ver”.
Así por ejemplo, si a un grupo de personas se les coloca frente a un objeto llamado mesa y se les pide que lo identifiquen y lo describan, con toda seguridad, sus respuestas harán referencia a un “concepto complejo”, es decir contendrán un componente REAL y una parte IMAGINARIA. Es muy probable que haya coincidencias en las respuestas ya que se trata de un objeto concreto, pero cuando este objeto es abstracto como las ideas entonces las coincidencias se reducen dramáticamente y en algunos casos no hay coincidencias.
Cuando un individuo concibe una idea(objeto abstracto), esta permanecerá en forma imaginaria en su cerebro hasta que esa idea no sea develada al mundo físico, es decir que cuando la parte real de un concepto complejo no existe, entonces estamos hablando de conceptos imaginarios puros.
Batman por ejemplo es un concepto complejo en el cual sus componentes reales son los dibujos de los comics, las películas y objetos que se venden y que le corresponden al personaje. La parte imaginaria es la percepción que se forma en las mentes de cada persona que es expuesta a las proezas que realiza el héroe en su imaginaria ciudad Gótica. Todos los adultos pueden distinguir con mucha claridad los diferentes componentes reales e imaginarios del concepto complejo Batman.
Por otra parte y de la misma manera se puede explicar la idea o concepto complejo de dios, el cual, al no develarse al mundo físico queda como un concepto imaginario puro.
Por otra parte dado que en las mayorías de las culturas se considera aberrante y vergonzoso que un adulto rinda culto y veneración a los seres imaginarios puros, entonces se le tiene que encontrar la parte real de este concepto complejo y así se le relaciona con objetos reales de la naturaleza como el universo y el propio ser humano.
Los “milagros“ son una manifestación cotidiana de esta relación real-imaginaria y su objetivo es hacer constar que la parte real del concepto complejo sí existe físicamente y a través de la falacia "non sequituor" a la vez se reitera el poder de la parte imaginaria. Es obvio que esta relación entre la parte real y la parte imaginario no existe, sino que es el resultado de una necesidad humana innata para darle cuerpo al concepto complejo Dios y evitar la vergüenza de rendir culto y veneración a un ser imaginario puro.
Los creyentes religiosos y no religiosos no pueden distinguir y diferenciar los componentes reales e imaginarios del concepto complejo Dios y menos aun pueden distinguir la relación entre sus componentes, esto es que lo conceptualizan en forma unitaria y total.
La mayoría de los
neurofisiólogos y psicólogos consideran que el cerebro humano tiene entre
otras, dos características fundamentales: La integridad o unidad del
cerebro y la diversidad o diferenciación del cerebro.
La integridad
o unidad del cerebro implica que la percepción de un objeto (real o
imaginario) por una persona, lo hace de una manera integral, es decir que dicho
objeto no lo puede subdividir en componentes independientes, sino que lo hace
como un todo integrado. Esta característica la explican las leyes de asociación
de la percepción (Semejanza, Continuidad, Causalidad)
La diversidad o diferenciación del cerebro implica que en la percepción de cada objeto por una persona, ésta tendrá miles de millones de posibles interpretaciones y dicha persona seleccionará en una fracción de segundo, solo aquella que sea congruente con su unidad o integridad y de esta manera tenderá a ser consistente con ella.
Estas dos características propias del cerebro humano hacen que tienda invariable e inevitablemente hacia la unidad en la diversidad.
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